Excuse me? Lo siento pero no
Copio y pego la invitación que me ha llegado del antro para mongo modernos “Excuse-me”; no tengo nada contra el acusado, un tal G-KAHN, y más de una vez he acabado la noche haciendo el hostia por las pistas de ese garito –y ellas saben que volveré, sí- pero el tipet que ha redactado la invitación tiene una oblea eclesiástica importante.
Así que me remango, me quito el reloj y empiezan las hostias. Mis comentarios van entre paréntesis (y si a alguien le molesta ya sabe: Excuse-me).
Allá voy:
G-KAHN (deduzco una mezcla entre Gi-Joe y Gen Gis Khan) atesora como principales cualidades su infinito bagaje musical (pinchando temas ajenos y sin componer nada en su puta vida) y la elegancia que transmite desde la cabina (claro, pincha vestido de chaqué).
Estas características simbolizan su profundo interés por la investigación musical (es experto desde las trompetas de Jericó a nuestros días) y le permiten afrontar eclécticos sets que pueden progresar en diferentes direcciones sonoras. (O sea, que al final pincha lo que le sale de la polla).
Su calidad como artista es algo que ha estado intrínsecamente ligado a su persona desde sus comienzos (no, si de nano ya era muy buen chaval) despertando además, interés a los responsables de numerosos festivales y eventos a la hora de contar con sus servicios (con él van siempre los mejores dealers).
Esta capacidad camaleónica (¡coño! ¡Como Bowie!) que presenta como dj viene reforzada por su técnica a la hora de mezclar (farlopa con heroína, pastis con Nestea, porros con chuches, ajos puerros con cebollinos) lo que le convierte en un artista completo (a la altura de Da Vinci, Miguel Ángel o Ricardo Bofill Jr).