La sombra de la luz
Battiato también fue modernuqui, como tú.
En 1992, pocos meses antes de la invasión yanqui, el genio de Catania ofreció un recital en Bagdag. Cantó la primera canción en árabe, una versión de la mítica, críptica y mística (cómo molan las esdrújulas) "La sombra de la luz".
Y por si fuera poco, además canta sentado, con barba de gobernador de Libia y sobre una catifa persa.
No se puede ser más grande.
Defiéndeme de las fuerzas contrarias,
en el sueño nocturno cuando no soy consciente,
cuando mi camino se hace incierto.
Y no me dejes nunca más,
no me dejes nunca más.
Devuélveme a las zonas más altas,
a uno de tus reinos de calma.
Es tiempo de escapar de estos ciclos de vidas.
Y no me dejes nunca más,
no me dejes nunca más.
Por qué los gozos del màs profundo afecto
o del anhelo más sutil de pulso
sólo son la sombra de la luz?
Recuérdame lo infeliz que me siento
lejos de todas tus leyes.
¿Cómo no malgastar el tiempo que me queda?
Y no me dejes nunca màs,
no me dejes nunca màs.
¿Por qué la paz de ciertos monasterios
o la armonìa vibrante de todos mis sentidos
sólo son la sombra de la luz?