El ariete humano
Me ha sido imposible encontrar una foto que ilustre correctamente el título.
Estábamos en la plaza del negre tomándonos algo en la terraza. Era verano pleno, de noche pegajosa y yo estaba contando la historia de cuando me resbalé y caí a la fuente de esa misma plaza... calado de cintura a calcetines, el camino a casa por la calle caballeros, maldiciendo en voz alta para que me oyera hasta dios, mientras mis amigos se descojonaban compasivamente a unos metros tras de mí.
No pude llegar a contar cuando llegué a casa, me cambié y continué de farra, porque un sonido seco y fuerte, de un coco chocando con fuerza contra una montaña de obleas, llamó la atención de todos.
La puerta del bar que daba a la terraza era de como las de las películas de vaqueros, se abría a ambos lados, y atravesándola, como un ariete humano, venía algo desde dentro del garito. Drogopropulsado por el vicio de la noche más hermosa, alguien resbaló, su cuerpo se dobló y fue directo a la puerta con ímpetu. La cabeza hizo de punta de lanza y a toda velocidad y trontollando empujó la madera de la puerta, salió del bar y entró en la plaza con ardor guerrero pero, tras un par pasos en falso, el ariete humano se desplomó sobre la acera con una caída maestra, rápida y limpia, como si le hubieran pegado un tiro en lo alto de la nuca.
El ariete se había roto, pero había cumplido su función: la puerta estaba abierta. Era hora de volver a entrar.