Sr. Conductor
El gentilhombre de arriba, además de pilotar con aplomo un autobús de la EMT, no aprovecha los semáforos en rojo para sacarse los mocos o cambiar el dial de la Kiss Fm a la Cope. Este señor, además de tener el poder de llevarme a casa desde el curro en un prodigioso caballo de hierro, tiene el don de leerse un libraco de seiscientas páginas colección Cátedra Letras Hispánicas. Y no lo hace en su casa, en la intimidad del váter o antes de entregarse a los brazos de Orfeo. Aprovecha los semáforos en rojo para sacar el libro y leer, a lo sumo, diez líneas. Porque a los pocos segundos, el rojo pasa a verde y tiene que dejar el libro a un lado y continuar conduciendo. Hasta el próximo semáforo en rojo.
Al verlo, he sacado de mi móvil y tras retratar el momento a placer (el hombre estaba tan metido en sus líneas que podría haber disparado un flash de magnesio y no se hubiera enterado) me he acercado hasta él, interrumpiendo su lectura en medio de un semáforo en rojo. Tenía curiosidad por saber qué libro leía aquel prohombre.
-Perdona...
El conductor ha levantado la mirada del libro molesto por la cortada de bola literaria.
-¿Sí?
-No, que...-he improvisado- eeehhh...¿la última parada es la de la plaza del ayuntamiento?
Mientras hablaba, yo observaba el libro, la portada, pero no alcanzaba a ver más que la parte trasera.
-Sí, la primera y la última es la del ayuntamiento.
Mientras él hablaba, he vuelto a lanzar mi mirada sobre el libro, pero nada. He notado como el conductor estaba notando algo raro y me he vencido.
-Vale, pues gracias.
-De nada.
He vuelto a mi asiento jodido, sin averiguar el título mientras él pillaba otro semáforo en rojo y se entregaba a la lectura fugaz de aquel tocho.
Apuesto por los Episodios Nacionales de Don Benito Pérez Galdós.