Per a viure, cal "boler-ho"

Conec a Enric Casassus des de fa només un parell d'anys, però ell és una d'eixes persones generoses que amb intercanviar dues frases et dóna la sensació de conèixer-lo des de sempre. I de ser el seu amic. I això no és una sensació, és la veritat.
Ell, a més de ser parlador inesgotable, generós amb les copes i cuiner, des de fa més de trenta anys també és cantant, que no cantautor. Enric canta versions de boleros en valencià, el idioma que uneix a la gent de la Rivera amb els de l'Horta Sud. L'idioma amb el que meus avis Tonico i Lolita es van enamorar i van canviar les seues primeres cartes d'amor.
Anit, al Teatre Micalet, Enric va regalar a tots els seus amics un concert íntim de nom "Per a viure, cal boler-ho". Un concert que va ser gravat i que en uns pocs mesos estarà a la venda, el primer disc d'Enric després de 30 anys de carrera.
I, involuntàriament, em vaig emocionar molt a l'adonar-me com algun bolero es sembla tant a la meua vida, a la gent que vull, a les dones que desitge i estime.
I al final, tots ens vam alcar i vam aplaudir a Enric fins que ens van doldre els mans. Orgullosos d'ell i del que ha fet. Orgullosos de ser els seus amics.

Hang the Dj

La mayoría de pinchadiscos son saqueadores de éxitos ajenos, chorizos musicales más sobrevalorados que Björk, aprovechados a los que les fácilmente se podria sustituir por ordenadores y nadie notaría la diferencia.



Pero este jueguín mola sobre todo porque no hay que aguantar a ninguno in person.

Chet

Puede que la música de Chet Baker sea la mejor para autocompadecerse y revolcarse dulcemente en nitrato animal, pero creo que también sirve para hacerse uno el interesante en un "tet-a-tet" con pretensiones de alta gama.



El primer uso lo he probado y funciona. El segundo no lo he probado aún, pero detecto que también funciona (la mar de bien).

Un Cristo con pistolas


Que sí, que soy una estrellaza del rock, ¿por qué no te lo crees?

El mundo del rock es cruel: necesita estrellas y cuanto más bellas y magnéticas mejor. Y si se drogan y tienen un mal final, propio de las presiones, montañas de cocaína y orgías mal digeridas, mejor. Se ha demostrado que Elvis, Buddy Holly o John Lennon valen más muertos que vivos.

Eso es algo que nunca le preocupó a Robert Quine, uno de los mejores músicos de sesión de los 80, pero ser una guitarrista brutal y ayudar a forjar sonido a gente como Lour Reed o Tom Waits no le impidió tener una pinta muy alejada a los estereotipos que pululan por este negocio.

No muy alto y con calvorota de profesor de gimnasia -yo tuve uno muy parecido-, Robert siempre salía al escenario con traje, corbata y enfundado en sus gafas oscuras (recordemos al maestro Battiato: "Hay quién se pone unas gafas de sol por tener más carisma y sintomático misterio").



Y el pito en la comisura de los labios que no falte. Que siempre da un rollito de malote que mola. Pero supongo que sería normal, que le pasaría a cualquiera en su lugar; tocar junto a Lou Reed y hacer su sonido más grande y mejor debe pesar un huevo, sobretodo si eres calvo, te gusta vestir más bien clásico y tienes los ojos pequeñitos y poco expresivos.


Un tío de esos que por parecer siempre fuera de lugar me caen bien, aguantando el chaparrón estético a su alrededor mientras su guitarra hablaba por él, sabiendo que está haciendo un trabajo perfecto, pero con la terrible sensación de que alguien lo iba a correr a gorrazos del escenario en cualquier momento.
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