La buena acción del año
Yo iba hacia Ruzafa. A pateo. Desde la plaza de españa fui a buscar el túnel de Germanías. Es un sitio bastante sórdido y malrollero. Y antes de entrar, hay que bajar unas escaleras bastante tochas.
Comencé a bajar los escalones pero a los pocos segundos me paré. Había visto a una chica con un carrito de bebé, a punto de empezar a descender. Y no parecía muy convencida para bajar aquellas escalinatas. Dudaba. La cuesta es tope empinada.
A los pocos segundos ahí estaba yo cargando con la parte superior del carrito mientras ella sujetaba la trasera, bajando los escalones con la sensación de llevar en volandas a alguien con los huesos de cristal.
Al llegar abajo tras posar cuidadosamente el carrito en el firme, aún quedaba por recorrer todo el túnel, y las escaleras de salida. Mientras caminábamos, el bebé -creo que era un niño porque no tenía pendientes y llevaba el uniforme del Valencia- se me ha quedado mirando y me ha sonreído desde su cómodo reino de cristal como diciendo "¿qué tal?, aquí estoy yo de puta madre".
Al llegar a escalera que conducía a la salida, a la calle, he vuelto a coger el carrito por la parte superior y los tres hemos subido las escaleras.
Ella me ha dado las gracias y me he despedido del chaval con un gesto de saludo con la mano. Él bebé, que estaba algo emparrado mirando el cielo feliz de reencontrarlo, me ha mirado por dos segundos como diciendo "esto te puede par para un post, truhán".
Comencé a bajar los escalones pero a los pocos segundos me paré. Había visto a una chica con un carrito de bebé, a punto de empezar a descender. Y no parecía muy convencida para bajar aquellas escalinatas. Dudaba. La cuesta es tope empinada.
A los pocos segundos ahí estaba yo cargando con la parte superior del carrito mientras ella sujetaba la trasera, bajando los escalones con la sensación de llevar en volandas a alguien con los huesos de cristal.
Al llegar abajo tras posar cuidadosamente el carrito en el firme, aún quedaba por recorrer todo el túnel, y las escaleras de salida. Mientras caminábamos, el bebé -creo que era un niño porque no tenía pendientes y llevaba el uniforme del Valencia- se me ha quedado mirando y me ha sonreído desde su cómodo reino de cristal como diciendo "¿qué tal?, aquí estoy yo de puta madre".
Al llegar a escalera que conducía a la salida, a la calle, he vuelto a coger el carrito por la parte superior y los tres hemos subido las escaleras.
Ella me ha dado las gracias y me he despedido del chaval con un gesto de saludo con la mano. Él bebé, que estaba algo emparrado mirando el cielo feliz de reencontrarlo, me ha mirado por dos segundos como diciendo "esto te puede par para un post, truhán".